A principios del mes pasado, compré mi primera Vogue México. A decir verdad, habían pasado diez años desde la última vez que hojeé la revista de moda de más influencia en mi país. Lo que me atrajo a la publicación esta vez, fueron las seis portadas de octubre que conmemoraron el 20 aniversario de Vogue México y, según los editores, son una ovación a las protagonistas femeninas del México moderno. Naturalmente, la publicación me hizo contemplar el estado global de la industria de la moda en relación con la diversidad, la inclusión y la cultura.
He aprendido que escribir sobre cultura resulta ser bastante intimidante, ya que hay mucho que abarcar, especialmente en relación con México y el Hispanismo. A pesar de mis dudas, considero que este tema es importante de analizar, ya que la apropiación indebida de nuestro tapiz cultural sigue ocurriendo en la moda. Nótese la mención cuidadosa de "apropiación indebida" en lugar de "apropiación".
Un reciente desglose de mi ropa hizo darme cuenta de que soy, en efecto, una partícipe de la apropiación. Mi guardarropa dirá que tengo una afinidad por los productos de influencia británica, como un antiguo Harris Tweed, o unas botas Doc Martens y que probablemente cuento con una amplia colección de camisetas bretonas; todo esto, mientras busco en Internet un Sukajan Japonés y escucho el cover de "I Shot The Sheriff" de Eric Clapton.
Estas decisiones son un reflejo de mi crianza en la capital mexicana durante los años 90 y 2000, las consecuencias de una globalización acelerada, una exposición temprana a la publicidad corporativa y las ideologías de mi preferencia, junto con las que me asocian con las de mi generación. He encontrado consuelo en la apropiación de elementos de diferentes culturas en mi vida como una forma de coexistir en una sociedad cada vez más multicultural. Y simplemente porque me atraen.
Esta forma de vestir me hizo comprender de que una de los principales trabas para definir cultura es que el término sugiere la existencia de barreras, cuando en realidad muchos grupos comparten historias, creencias y prácticas comunes. Es a través de los años en que modificamos y desafiamos dicho significado a medida que nos relacionamos en nuevos contextos, intercambiamos ideas, estilos y tradiciones.
Y así, mi postura sobre la apropiación cultural, como en la infame colección Cruise 2019 de Christian Dior, arriba, inspirada en escaramuzas, jinetes de rodeo femeninos o charras de México que surgieron durante los años de la Revolución Mexicana, no es del todo negativa. Valoro tanto mi cultura que entiendo por qué llega a convertirse en fuente de inspiración. Además, creo que podemos estar de acuerdo en que la moda sigue siendo un podio importante para la existencia de nuestra compleja identidad cultural. En el caso de la colección de Maria Grazia Chiuri, pienso que la inspiración yace en un período de la historia representada por el impulso femenino y la lucha por la libertad.
Imagino que la mayoría no estará de acuerdo conmigo en lo anterior, algo que podría etiquetarse de ilusorio, pero, francamente, noté más indignación de mexicanos que se mostraron contra de la actriz mixteca Yalitza Aparicio cuando apareció en la portada de Vogue México en enero de 2019 con un vestido de esta misma colección de Dior; un recordatorio de que la discriminación alimenta la apropiación indebida cultural.
Con la globalización, el nacimiento de familias multiculturales y un número creciente de personas con nacionalidades, razas o etnias mixtas, es ingenuo y fútil pensar que la expresión intercultural es totalmente dañina o que la única inspiración cultural que se nos permite hacer referencia es en el que nacimos. Después de todo, los humanos naturalmente conectamos con un estado de ánimo, una estética basada en la personalidad individual, interpretar el mundo que nos rodea y crear significados a través de la interacción.
Esta nueva realidad fue indudable en la colección SS20 de Rick Owens (abajo). Al explorar su herencia y relación con los miembros de la comunidad mexicana del este de Los Ángeles al crecer, Owens mostró una visión de la cultura a través de los ojos de un Mexicoamericano, ahora expatriado. Su capacidad para abstenerse de los estereotipos anticuados en la pasarela hizo que presentara con éxito un manifiesto político desafiante. "En lugar de cuestionarnos a nosotros mismos, ¿no sería mejor crear, actuar sobre una realidad que no se le da al que lo contempla, sino al que es capaz de sumergirse en ella?", preguntó el célebre poeta mexicano Octavio Paz en su libro El laberinto de la soledad, de 1950.
Quizás no se trata de cuestionarnos en quién hace la apropiación cultural, sino más bien cuándo y cómo devolverá el apropiador lo que tomó. Pero es desafortunado saber de diseñadores de moda que aún no se involucran con las comunidades que inspiraron sus colecciones y piensan que está bien pedir prestado o sencillamente robar. La apropiación cultural indebida sigue ocurriendo pues se piensa que la cultura es algo que pertenece al pasado, por lo tanto, está abierta a la adquisición, y luego se reduce en una tendencia de mercadeo: popular un día, desgastada al siguiente.
Me viene a la mente Wes Gordon para Carolina Herrera. Creo que el usar arte mexicano en su colección la hace atractiva, moderna y alineada con la herencia hispana de la compañía. Pero parece que el diseñador estaba orientado más hacia el consumo de una estética, en lugar de crear cambios estructurales en las prácticas tradicionales de la moda cuando utilizó el trabajo de artesanos indígenas para su línea Resort 2020, en un esfuerzo por celebrar la alegría de vivir que caracteriza al hispano, la cultura mexicana y la artesanía de alta costura, todo en uno.
Las acusaciones de apropiación cultural no se hicieron esperar, desde indignación hasta insultos de parte de muchos, entre ellos la comunidad de Tenango de Doria en el estado de Hidalgo, una de las comunidades indígenas cuyas tradiciones tomó prestadas Gordon. La sociedad moderna opta por olvidar que el arte cultural ha actuado como un mecanismo para hacer frente a la marginación, un problema habitual en México y el resto de América. Es una forma de transmitir las tradiciones y habilidades a las próximas generaciones y así maximizar las posibilidades de supervivencia.
"¡Si no fuera por mis manos, este trabajo no existiría!" exclamó Josefina Jose Tavera, de 87 años, con respecto a los diseños animales y florales, presentes en el Look #23 de Carolina Herrera, que creó con su madre hace décadas y continúa produciendo junto a su propia hija, Glafira Candelaria. El mismo diseño se ha utilizado en sillas diseñadas por Louis Vuitton en colaboración con el estudio de diseño Raw Edges, la cual convenientemente no se encuentra a la venta en México. Las casas de moda que quieran usar la técnica de Tenango "deberían acudir a nosotros", dijo Oliver López, de 29 años, quien dirige su pequeño estudio de diseño afuera de su casa. "Deberían traernos empleos", agregó López en una entrevista para a la AFP.
Lucrar con tradiciones no es nada nuevo. Sigue siendo una práctica insensible, pero llega a ser de valor pues la vida cultural, en la mayoría de los casos, depende de la producción y el consumo que le permita crecer más allá de su lugar de origen. Pero antes de que la moda pueda apropiarse de tradiciones, debe tratar los préstamos culturales como cualquier otra colaboración creativa consensuada.
Además, en medio de conversaciones de aceptación multicultural, la industria debe reconocer que la apropiación cultural no equivale a diversidad o inclusión, ni debe comprometer el desarrollo ni la duración de vida de ésta.
Solo al valorar, otorgar crédito y compartir la economía con comunidades de inspiración, la moda podrá disfrutar de los beneficios del multiculturalismo y los homenajes bien intencionados no serán descartados.
Yenia Hernández Fonseca cuenta con experiencia en presentación visual y diseño de exhibiciones para algunas de las marcas más grandes del lujo. Como escritora, Yenia explora la relación entre tendencias en retail, marketing experiencial y la psicología en moda desde la Ciudad de México.